En entrevista cibernética viajamos a España con al alegría de visitar a Magdalena Márquez, una gran amiga con la cual he compartido en varios espacios de la internet de poesía y literatura; actualmente miembro activo de letrassimbolicas@googlegroups.com.
Por ese transmitir de emociones que nos entrega en su prosa y/o poesía, por su calidez humana con la que nos cobija; tengo a bien la fortuna de entregarles su infinito de palabras.
Magdalena Márquez,
Nació la capital de España, Madrid, ciudad a la que siempre ha amado apasionadamente, aunque tiene que compartir ese amor con otras ciudades del mundo, todas ellas por lo mismo, por la gran multiculturalidad que acogen y regalan.
Ella nos relata: la vida me ha tratado bien, con sus luces y sus sombras. Me crié entre mujeres, éramos tres en casa, pronto sin hombres. Ahora los dioses han hecho que la tortilla se vuelva, convivo con tres hombres, dos de ellos adolescentes. Disfruto con mi trabajo, con la lectura, la escritura. La verdad es que disfruto casi todo lo que me va viniendo día a día. Soy profesora, enseño inglés a chavales adolescentes. A mí me gusta mucho más decir que soy “maestra”.
¿Podrías decirme como llego a ti la poesía?
La poesía me llegó de muy pequeña, de manos de mi madre, una mujer que aprendió poco más que a leer y a escribir pero que se bebe cualquier libro de poemas. También en mi niñez me llegó la poesía, y con ella un soplo de libertad de mano de alguna de mis maestras, hablo de la época en la que en España gobernaba un dictador, la poesía era un guiño al mundo libre
¿Y cuando empezaste a escribir? Jajajaja, de niña cambiaba ejercicios de matemáticas por redacciones, yo hacía las de muchas de mis compañeras. Escribía cuando era adolescente, pero prosa, nunca poemas. La poesía llegó mucho más tarde.
¿Después de tu niñez, hubo algún escritor que te motivó a escribir poesía?
Lorca ha sido desde siempre mi poeta fetiche, el primero que me enamoró con su Romancero Gitano. Más tarde han ido llenando mis días Ángel González, Luis García Montero, Nicanor Parra, Leopoldo Mª Panero, Joaquín Sabina. Creo que cada vez que escribo sin quererlo imito algo de ellos. Con resultados que dejan mucho que desear, desde luego.
¿Hablemos ahora mujer social? En los tiempos tan convulsos que vivimos, el ser social juega un papel muy importante en mi vida. Sin proponérmelo me he visto involucrada en movimientos relacionados con la educación pública, las mujeres que sacan adelante a sus hijos sin ayuda de un padre, lo que me rodea al fin y al cabo. Y es un poco paradójico, porque por naturaleza soy poco “sociable”, me gusta la soledad, encerrarme en mi mundo, en mis libros y mis cuadernos, pero hoy en día es tiempo de vivir de puertas hacia fuera, ya llegarán tiempos más calmados.
¿Como nace la poesía en ti? A borbotones.
Realmente me considero más prosista que poeta. Puedo sentarme, trabajar un cuento, retocarlo mil veces… En cambio la poesía explota, suelen ser sensaciones/sentimientos en estado puro y generalmente la plasmo en el papel como ha nacido, sin retoques, por eso soy incapaz de hacer poesía rimada o siguiendo las reglas de la métrica.
¿Qué consejos le da a los que apenas comienzan?
Uff, no podría dar consejos, soy sólo una aprendiz.
¿Algo que desees agregar? Quiero agradeceros no sólo el haber querido conocer un poquito más de mí, sino sobre todo por la intensa actividad que lleváis a cabo para que podamos compartir escritura, cultura, sensaciones al fin y al cabo, desde lugares tan distantes y a la vez tan cercanos gracias al amor por las letras que hace que nos sintamos más unidos.
Tal vez mañana.
Del mañana la esperanza de una luz nueva
la que titila, temblando como un recién nacido
sin saber cómo caminará.
Del hoy lo que la vida me regala
o lo que yo imagino, ¿acaso importa?
los rumores de sensaciones nuevas, repetidas
reales o fruto de mi pensamiento.
¿Y qué si la noche me envuelve en su negrura?
¿Si la incertidumbre se hace fuerte?
No, no dejaré que ocurra
Prefiero el pasar lento de las horas,
la incertidumbre que acompaña a mis días
y no me hago preguntas,
sólo vivo.
Y quién sabe qué nos deparará mañana
tal vez una risa continua,
una flor que se pierde en el cielo
mecida por el viento
o quizás una espina.
Tal vez mañana
si es que el mañana existe,
un día más abocado a ese paso de las horas
y quién sabe, un hoy al que aferrarse
sin querer lo que quiero
sin pretender más allá del regalo
que la vida depare.
Sin embargo
qué difícil un mañana sin sueños
un hoy sin armonía,
sin tal vez, sin quizás
Hoy martes 14 de febrero
Que difícil soñar sin esperanzas
y que bellos presagios inconscientes
o puede que anhelados.
Porque sí, tal vez sea mañana
el momento perfecto
que dice que estoy viva.
Entre los muros de la calle vacía
el amanecer extiende sus ramas,
el sol se despereza contra las fachadas
arrastrando lentamente sus pies de plomo
y la muerte huye despavorida
ante la claridad que se abre paso.
Apenas se levantan las primeras persianas
y el olor a café atrae
los pasos somnolientos
a la vez que acaricia sensualmente
mi frágil esqueleto perezoso
que se arrastra por el helado suelo.
Siento frío este jueves neonato
en que las venas se me hielan
como hilo tejiendo una mortaja.
Me paraliza el miedo,
atenaza mis manos
y el olor del café se torna hediondo,
corrompido de muerte fugitiva
invitándome al viaje inevitable.
Apresuradamente huyo sin rumbo fijo,
me lanzo entre páginas impresas
buscando un lugar dónde huir,
pero ya es tarde. Abro el periódico
y allí leo en las necrológicas,
un tal San Valentín, -siento un escalofrío-
ha muerto atrapado al quedar sepultado
al final de un poema.
Otoño
Sentada, disfrutando de la melancolía de un otoño que este año es especialmente extraño. No sólo siento la locura de esta estación en la que lo mismo llueve que aparece un sol radiante; en la que el frío del amanecer va seguido del calor del mediodía, sino que este año parece que el verano no quiere irse del todo y aún siento su energía. Esta estación me vuelve loca, me fascina, me engancha irremediablemente la paleta de colores que me regala día a día; me hace encerrarme en mí misma la prontitud con que llega la noche; me embarga de tristeza el gris que de vez en cuando tiñe el cielo más de la cuenta; me eriza la piel el sol que me acaricia descaradamente, sin esperarlo, pillándome desprevenida.
Tarde de otoño, el momento perfecto para sentarse en un banco y dejar que el sol, el aire, la vida te roce, te bese, te abrace, te arrulle. No hay mejor ocasión para dejarse mimar por la existencia, para sentir como una nueva energía recarga cada uno de tus músculos y la savia que se adormece en la naturaleza llena tus venas. Es el momento propicio para darse cuenta de que antes o después conseguiré eso que a veces parecen imposibles pero que el devenir de la vida me irá regalando. Es simplemente, hoy, ahora, el primer segundo que debo de aprovechar para intentar ser feliz.
¿ Muerte?
Después de que el monstruo hambriento llenase su panza se perdió en la infinitud, sólo asomando su periscopio para asegurarse de seguir el camino marcado.
Tras un momento de avistar las señales que sólo él conocía, volvió a ascender alegre, dejándose acariciar la panza por ese algodon de azucar cual niño alegre en la verbena de cualquier pueblo. Dentro un continuo ronroneo adormecía a sus víctimas. Ella sonrió en medio del silencio que podía mascarse más allá de ese sonido hipnotizante que producía el monstruo. Nada podía ocurrir sobre ese inmenso cojín de algodón.
Poco a poco el hipnotizante sonido pareció alcanzar al monstruo. Una urgente necesidad de descansar se apoderó de él. Ya no quería seguir jugando. Las cosquillas, suaves pero continuas de sus fieles amigas comenzaron a aburrirle, yo diría que incluso le molestaban. Ingrato como era decidió abandonarlas poco a poco, buscando un colchón no tan hermoso pero mucho más sólido donde descansar. Sombras de distintos colores se iban adivinando sin que nada pareaciese cambiar dentro de él.
Un repentino coletazo hizo recordar la naturaleza del ser que nos tenía prisionero. Comenzamos a reaccionar. ¿Dónde apareceríamos? ¿Será vida?
¿Muerte?
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